La lavanda es una planta perenne apreciada por su belleza ornamental y su distintivo aroma. Sus flores en forma de espiga, que pueden ser de tonos morados, azules o blancos, aportan un encanto rústico y sereno a cualquier jardín o paisaje. Además de su atractivo estético, la lavanda es valorada por su fragancia relajante, que se cree que tiene propiedades calmantes y terapéuticas para el cuerpo y la mente.
Riego:
La lavanda prefiere un suelo ligeramente seco, por lo que solo necesita riegos ocasionales una vez que está establecida. Evita el exceso de agua para evitar problemas de pudrición de raíces.
Exposición solar:
Prefiere pleno sol para un crecimiento óptimo y una floración abundante. Al menos 6 horas de luz solar directa al día son ideales para estas plantas.
Época de siembra:
La lavanda se siembra mejor en primavera, cuando las temperaturas comienzan a aumentar y el suelo se calienta. También se puede sembrar en otoño en climas con inviernos suaves.
Abono:
La lavanda no requiere mucha fertilización. Si es necesario, aplica un fertilizante equilibrado en primavera, pero evita el exceso de fertilización que puede afectar su aroma.
